Tu eres el destino

Desarrollar y planificar un destino turístico significa gestionar un territorio, es decir, un lugar donde viven personas. Las personas son el valor más importante de los destinos: son las encargadas de atraer, recibir, transmitir y dotar de alma a los territorios. Son ellas las responsables de definir, dinamizar y construir el contenido de un destino, son las que hacen que un producto, servicio o marca sea apetecible.

Los destinos que tienen en cuenta a todos los actores del territorio (las personas que habitan en él) son los que tienen un ciclo de vida largo, la capacidad de revitalizarlos y promueven un desarrollo sostenible. Los elementos esenciales para desarrollar un destino son saber escuchar, tener empatía, y conectar entre sí a la población local, al sector voluntario, a la red de asociacionismo, al sector público, a las distintas administraciones territoriales y a los expertos con conocimiento de materias concretas, con los turistas. Esta relación debe partir de unas premisas de respeto mutuo, coherencia y comunicación y cooperación constante, pues de ellos depende el desarrollo de su propio territorio, tanto económica como socialmente.

Los valores más importantes de un destino:
La autoestima es el elemento clave de los actores del territorio. Sentir orgullo por el lugar de donde eres, vives o trabajas. Esta autoestima es una garantía de futuro, quien ama no destruye ni deja que lo hagan. Los territorios necesitan de personas enamoradas por su tierra. Ellos son los mejores guardianes y prescriptores de este destino.

La identidad, tanto material (patrimonio, naturaleza) como inmaterial (tradiciones…), es el elemento más importante de un territorio, es el que hace que seamos más competitivos. Un destino es único, las imitaciones siempre son malas, porque nunca aportan nada nuevo ni original. La autenticidad es un valor añadido que hace atractivo el territorio, lo hace distinto a los otros.

El respeto por el territorio, su cultura y su gente son garantía de futuro; el poder integrar a todos los actores, conllevará la continuidad de su propia historia, natural y paisajística.

Integración. Que los diferentes sectores económicos vivan de espaldas unos de otros no tiene ningún sentido. Es necesario contar con todos los sectores: agrícola, ganadero, industrial…; es imprescindible integrar a otras áreas de gestión: trabajar transversalmente es la clave de una buena gestión: urbanismo, medio ambiente, cultura, patrimonio, acción social, juventud… todo está relacionado, puesto que todo se ejecuta en el mismo territorio. El diseño de los servicios y productos turísticos necesita de un equipo integrado en esa estructura, conocedor del territorio y amante del mismo y no de líderes atrevidos que desconocen el territorio en el que se están moviendo, que no sienten ningún amor por esa tierra y que sin entender de estructuras y mercados turísticos, se aventuran a crear una oferta sin coherencia. La falta de coherencia en los proyectos es una pérdida económica, y lo peor, una desilusión territorial.

La ilusión, es la savia de los territorios, los que crean oportunidades…

Los destinos turísticos que trabajan por inercia, y no se adaptan a una demanda existente, sin contar con los valores nombrados anteriormente, son territorios sin futuro. Las personas y los valores son los que generan servicios. La clave reside en crear una oferta turística dirigida al visitante que queremos atraer, no al visitante que no es respetuoso con su entorno o que busca un destino diferente al que nosotros podemos y queremos ofrecer.

El desarrollo tiene que ser con dosis de humanidad, humildad y humor, sin dejar de lado la comunicación, creatividad, cooperación y conexión. Sólo podrá hablarse de “viabilidad” del territorio como factor de desarrollo cuando todos estos elementos se articulen de la manera adecuada.”