Podando con Fazenda Prádio

Las presentaciones

-¿Os importa que me coma el bocadillo aquí con vosotros? Estoy un poco cansado de oír hablar de vino y necesito desconectar un poco.

Esta fue la primera frase que nos dijo Xabi Seoane, cuando se acercó en una edición de Simplesmente Vinhos en Poblenou. Después, una cena derivó a una invitación a hacer vendimia en Galicia, y así sin darme cuenta, en septiembre del 2016 engatusé a mi amiga Yolanda y estuvimos 15 días descubriendo el proyecto en A Peroxa. Hay personas con las que generas feeling, proyectos que te hechizan y seres que te llenan con conversaciones interesantes. Bajo estas premisas se creó un nexo transatlántico: yo lo bauticé como Prádio, me resulta imposible decirle por el nombre, y él como Clotet.

El reencuentro

Esperando completar el ciclo de la vid, decidí que era momento de practicar un poco con las tijeras. Le propuse ir a podar, y él nunca tiene un no por respuesta.

Cuando te encuentras con Prádio, ya sabes lo que va a decir, es un gallego auténtico, así que primero hay una queja ficticia del mundo, como dice “la vida es dura” y luego todo lo demás. Durante el trayecto del aeropuerto a la viña, nos ponemos al día, pero nos falta tiempo. Al llegar, antes de comenzar la jornada, hacemos un café delante de la chimenea. Es el momento en que comienzan las conversaciones interesantes. Hablamos sobre la vida, sobre lo que nos preocupa, reflexionamos e intentamos sacar conclusiones: el vino va más allá de lo que imaginamos, entender todo lo que le rodea y saberlo manejar es tan importante como su propia elaboración. Hablamos de trabajar en equipo, de cooperación, de crecimiento, de colaboración y finalmente parece que estamos haciendo terapia de grupo (aunque somos dos). Hacemos bromas sobre ello, y al final, como siempre, le reafirmo que algún día me tendrá que acabar pagando por el servicio.

 

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El proyecto: Fazenda Prádio

Fazenda Prádio es un proyecto en A Peroxa (Ourense) con 5 ha de extensión que pertenecen a la Ribeira Sacra. Sus vinos están fuera de la DO y sus variedades fetiches predilectas, son las recuperadas. Aunque actualmente tiene Mencía, con la cual hace un rosado vibrante, prefiere la Brancellao, la Merenzao o la Loureira, por eso durante los últimos años ha ido reinjertado. El año 2016 Dona Branca y Loureira, en el año 2017 Caiño Longo y más Brancellao, y del 2018 a 2020 espera reinjertar con otras variedades que están terminando de definir.

La tierra la trabaja con su compañero inseparable, Boris, un viticultor, inteligente e incansable con el que puedes estar horas hablando. Cuando estás con él, quieres que el tiempo se detenga, sus conversaciones son tan interesantes, que hacen replantearte la vida. Tiene una actitud crítica ante los conceptos teóricos vinícolas y tiene muy claro que si no sabes con certeza de lo que estás hablando, tienes que comprobarlo primero. Siempre lleva un libro a medias para leer y piensa que nunca sabrá suficiente porque hay muchísimo por aprender.

El proyecto vinícola también tiene asociado un proyecto enoturístico para dinamizar la zona. En este momento consta de una casa restaurada a 5 kms de la bodega, y aunque es preciosa y con chimenea en todas las habitaciones, es provisional. Alrededor de la viña, tienen los restos de una pequeña aldea abandonada, O Pacio, y su intención es la recuperación del poblado y ubicar allí las estancias. Quedarte y dormir entre viñedos es la propuesta de conquista, y os puedo asegurar que será un éxito asegurado.

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Como entienden la viña

La viticultura la entienden cómo el respeto más absoluto a la tierra. Utilizan sólo productos de agricultura ecológica, aunque no están certificados a este nivel. En invierno hacen un tratamiento de polisulfuro de calcio, si el tiempo lo permite. Lo más importante es el trabajo intensivo en la viña. Desde que los pámpanos comienzan a crecer trabajan planta por planta. Todas las operaciones en verde que se hacen son indispensables: despuntan en el momento adecuado persiguiendo un óptimo cuajado del fruto, intentan que el racimo siempre aireado para evitar la acumulación de humedad y evitar entrada de hongos y enfermedades, intentan orientar la exposición para favorecer la posterior maduración, etc. Para ellos es indispensable este trabajo, y la diferencia entre hacerlo de esta manera y otra, es la base de su éxito.

El viñedo está muy diferente de la última vez, pero está precioso. Me encanta el invierno, el momento de descanso, pensar que las cepas duermen, me entusiasma. Pero no esperaba encontrarla rodeada de un verde tan brillante. Parece que entre hileras, hay alfombras que te harían flotar sin tocar el suelo.

La zona de barricas también ha cambiado, ya casi no hay acero inoxidable. Están inmersos en un proceso de cambio: quieren instalar lagares como recipientes de fermentación, trabajar por gravedad y volver a los orígenes. Me parece una idea muy acertada, analizando el espacio y la decisión de por qué hacerlo.

 

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Completando el ciclo de la viña: la poda

Me siento un poco como en casa, sé dónde está todo, y esto es un gusto indescriptible. Nos dirigimos a las hileras que podaremos de Brancellao. Les queda poco para terminar, pero ya hace semanas que están en proceso. Cómo realizan todos los trabajos en la viña ellos mismos, necesitan dedicar muchas horas. Prádio es un gran maestro, a pesar de parecer seco, se pone a mi lado y me cuenta de nuevo la teoría que he leído, parece fácil, pero lo más importante es practicar. Hacen la poda respetando unas premisas, para ellos básicas: nunca podan si llueve y si la noche anterior ha sido muy fría y húmeda, esperan a que salga el sol para continuar los trabajos. Me explica que el hecho de hacer heridas en estas condiciones, haría que fuera muy fácil adquirir enfermedades. Para evitar y curar las heridas más rápidamente, utilizan una masilla natural. Lo mejor es realizar siempre los trabajos en ambiente seco y con sol, aunque a veces no se pueda cumplir de todo.

Me anima a ponerlo en práctica, podamos unas plantas, y como él tiene una visita, me atrevo a continuar sola, porque es de aquellas personas que te da confianza. Cuando estás a su lado, te enseña, pero siempre respetando si te equivocas. Si demuestras que tienes interés, te lo facilita todo, “yo también me podría equivocar”, dice él continuamente. Me cuenta que él poda por instinto, que no quiere decir sin pensar, sino que es una acción que tiene tan integrada en su vida que se ha convertido en algo básico. En realidad, es cómo una manera de vivir, cuando incorporas lo que crees que tienes que hacer en una simple acción, todo fluye.

Antes de irnos, le pido que me enseñe cómo hacen el reinjerto. Me dice que la técnica es de doble púa y que lo hacen todo ellos, junto al maestro del pueblo, se llama Toniño, pero es conocido como “O Barbas”. Me cuenta diferentes técnicas, incluso haciendo pequeñas prácticas, pero esto daría para otro artículo entero.

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¿Catamos?

Una vez finalizado el trabajo, me ofrece probar las elaboraciones todavía inacabadas, y yo sólo de pensarlo, salivo. Allí está Boris, entre los caballos que en invierno están libres para la viña. Probamos todo, y puedo asegurar que cada vez encuentro algo que me emociona: desde una elaboración con una variedad reinjertada, a otra conocida pero con matices diferentes.

Pruebo por separado la Loureira y la Dona Branca, la primera tiene una acidez y a la vez una complejidad en la boca que no espero, y la segunda especialmente aromática y seductora y con mucho recorrido. La mezcla de ambas configuran un blanco completo: complejo en nariz y estructurado y vivo en boca. Aunque le falta terminar de integrar la madera que las contiene, ya es una presencia tan sutil, que se podría consumir de inmediato. El Brancellao hoy se muestra mucho más afrutado que normalmente, encontramos un bosque entero de fruta roja: moras, frambuesas y nos sorprende muchísimo. La Merenzao en cambio, muestra sus toques más frescos y vegetales, una fruta todavía un poco verde pero con una acidez perfecta que parece transportarte a la viña de manera inmediata. Ambos se muestran cautivadores y despiertos. Para mí son vinos dinámicos, intensos, resuenan en la boca, tienen la capacidad de transportarte a un lugar no tangible ni visible, pero muy presente, si cierras los ojos, sabes perfectamente dónde estás. Vinos fieles a sus variedades, al terreno que les da forma y a las manos que los trabajan. Creo que han encontrado su esencia, y que saben perfectamente cómo interpretarla, y eso es lo que se desprende en todo lo que hacen.

 

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Es la hora de decir adiós y compartir conclusiones

Se ha hecho casi oscuro, volvemos a casa para cenar y probar algunos vinos más. Hablamos mucho de vino, de variedades, del suelo y de fermentaciones, pero hablamos mucho de principios de la vida, de por qué mentimos los humanos y de cómo consecuentes somos en nuestras actuaciones.

Nos despedimos para ir a dormir, hace tres horas que estamos charlando alrededor de la chimenea y va siendo hora de retirarse. Prádio dice buenas noches, pero Boris y yo todavía nos quedamos un rato más. Le pregunto incesante sobre miles de cosas, de todo tipo: los dogmas de la vida, de las medias verdades, de la viña, de los reinjertos, de qué elaboración le está gustando más, etc. Le pido que me explique qué tal el curso de viticultura y enología que ha hecho. Comentamos temario y cuestiones. Siempre hay cosas para aprender, le interesa mucho la microbiología. Conocer la microbiota que hay en el vino y la viña, conocer la realidad invisible.

Ya de madrugada, me acuesto pero casi no duermo, pongo las ideas en orden, organizo las imágenes, sintetizo mentalmente los conceptos de los que hemos hablado y al final, agotada, los ojos se me cierran.

Al día siguiente, regreso a Barcelona, ​​de camino al aeropuerto hablamos de cuando nos volveremos a encontrar y de los temas que hemos dejado a medias, pero con este personaje nunca se sabe. Es un particular Musculman gallego (seguro que recordáis los dibujos), un poco estrafalario, como un superhéroe de otro planeta que habita en la tierra y practica contra el mundo una especie de lucha libre. Subo al avión y miro al cielo, puro y limpio, y me doy cuenta que al final la poda sólo ha sido una pequeña excusa para volver a un lugar que me hace sentir como en casa y donde soy capaz de desconectar del mundo.

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