
Apenas empezado el trabajo sobre El Gran Libro del Vermut, me comentó un bodeguero de Barcelona que una de las cosas que definían el llamado renacer del vermut era su vinculación con el running. “¿Cómo?”, dije. “Sí, la gente se va a correr y luego se toma un vermut, que es un producto natural. Es un tema de salud”, puntualizó. Sonreí por dentro.
Es cierto que el vermut nació como “bebida higiénica” y se siguió tomando como medicina hasta bien entrado el siglo XX. Pero igual de cierto es el hecho de que una de las causas de la caída general del consumo de los vinos aromatizados es precisamente el auge del agua embotellada y la obsesión por el fitness. Hasta este encuentro, pensaba que el tema salud había quedado sepultado bajo nuevas tendencias y, sobre todo, toneladas de estudios científicos.
Obviamente, queda un sector del mundo del alcohol que sigue pretendiendo que lo suyo es bueno para el ser humano: el del vino. Y el vermut, claro está, es, por lo menos en parte, vino. La verdad es que si bien existen estudios que alegan que un consumo limitado y responsable de vino es hasta bueno para la salud, quien siga con ojo crítico el tema sabe que el balance de evidencia apunta cada vez más a que los supuestos beneficios no compensan los daños. Y digo esto siendo un acérrimo enemigo de las políticas higienistas anti-alcohol. Pero tampoco puedo faltar a la verdad.
De todos modos, incluso los que creen en los beneficios del vino han de reconocer que un vermut no es precisamente solo vino. Se aromatiza, se encabeza con alcohol, se colorea y se le añade azúcar. Estas cosas, ¿son buenas o malas?
Está claro que muchas de las hierbas y de las plantas que entran en la composición del vermut tienen efectos medicinales. Está mucho menos claro que la calidad de éstas o el tratamiento impuesto por la elaboración del vermut permita que el supuesto efecto sea más que mínimo y no contrarrestado por otros elementos. En cuanto a los colorantes, incluso los artificiales son considerados inocuos por la Unión Europea y nada indica que los (escasos) vermuts que utilizan colorantes naturales sean mejores para tu salud.
El alcohol, por su parte, tiene grandes calidades, pero solucionar males, incluso psicológicos, no es precisamente lo que hace…
Lo más importante, sin embargo, es sin ninguna duda el azúcar. No el tipo de azúcar utilizado (que si biológico, que si refinado, que si de caña, que si…), sino su cantidad. A estas alturas, todos sabemos que tenemos un problema de diabetes y de obesidad, y que el azúcar tiene un papel importante en el desarrollo de estas lacras, ya que se encuentra muy presente en la comida preparada y en refrescos aromatizados. ¿Cuántos gramos de azúcar por litro de Coca-Colca, esta bebida que se nos presenta a menudo como lo que no se debe tomar si uno quiere llevar una vida sana? 108 gramos por litro. ¿Y el vermut? Pues un vermut rojo de toda la vida va de 120 hasta 180 gramos de azúcar por litro.
Ya veo las manos que se levantan y los que proponen ahogarme en un tanque de jarabe de maíz de alta fructosa… Que el vermut es sano, nuestro, tradicional y natural. Mirad, lo que el vermut es es delicioso. Natural, no siempre. Y sano, nunca: 15 grados de alcohol más 130 gramos de azúcar, se me antoja complicado recomendarlo para un deportista, incluso de domingo.
Esto no es un alegato contra el vermut. Lo es en contra de los que se auto-engañan y quieren enmascarar detrás de lemas higiénicos su consumo de alcohol. Si queréis tomar un vermut después de haber corrido 10 km, bienvenido sea. Pero no vengan a decir que tiene sentido. La verdad es que si consumimos vermut no es por que es bueno para la salud o natural, es porque nos gusta. Y yo soy de la opinión de que sobran cosas que hacemos por tal o tal motivo, y faltan las que hacemos por placer. Hacer el vermut es y debe seguir siendo una de ellas.