Laura Lorenzo: “Las personas son importantes, porque toman decisiones que se trasladaran a los vinos y forman parte de su personalidad”

Como viene siendo habitual, telefonear a un protagonista de “Al natural” y no pillarle atareado deviene algo casi imposible. No se confunda el lector. Quien escribe estas líneas no lo comenta a modo de reproche, pero cada nueva entrevista le confirma que el interlocutor o interlocutora a quien pretende “robar” media hora de su tiempo es alguien que vive por y para su profesión. Y si hablamos de Laura Lorenzo (Daterra Viticultores), para quien el vino es todo un universo, ya ni les cuento. Sin embargo, Laura accede amabilísima a encontrar un día y una hora en que las dos podamos hablar sin prisa y descubrir complicidades pese a los casi 900 kilómetros que nos separan. Y esa “media hora” –sugerida de antemano por la periodista– se convierte en una hora sin darnos cuenta mientras hablamos, como dice Laura, “de todo menos de vino”.

Y es que con Laura Lorenzo (Allariz, 1982), se puede hablar de todo, porque “no tengo ni idea de nada”. Aunque insista en presentarse como “un desastre”, estoy segura de que esa definición casa más con su personalidad curiosa e inquieta. De hecho, su afición por el mundo del vino, en primera instancia, es fruto de la necesidad de ir más allá de lo que un día fue un mero ejercicio académico. En clase de lengua española se le mandó buscar la palabra enología en el diccionario. La encontró; leyó la definición, y el resto ya es historia. Esa palabra descubierta en 4º de la ESO la llevó a cursar estudios de formación profesional como técnica en elaboración de vinos y, una vez graduada, a incorporarse rápidamente al mercado laboral para formarse “desde la experiencia”. La adquirió en Dominio do Bibei, quienes le brindaron la oportunidad de adentrarse en la Ribeira Sacra, un lugar que “quizás nunca habría conocido”.

Cuando llegó, a Laura le impresionó “el abandono, el poco desarrollo… No hay fábricas, no pasan los trenes… es como que el tiempo aquí se ha parado. Cada vez que quieres un servicio hay que ir a la ciudad y son unos cuarenta minutos hasta Valdeorras”. Esta situación la ha llevado muchas veces a plantearse qué hacía una chica que había crecido en la ciudad en un lugar como este. Pero es que cuando Laura Lorenzo pisó Manzaneda y su entorno por primera vez, sintió que tenía algo especial, “me gustó mucho, tiene energía; una vez aquí, tienes que reinventarte, pero es un sitio con mucho potencial, tanto para la elaboración de vinos blancos como tintos”.

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Fotografía: cedida

Pese a trabajar en un territorio que la atraía y haber conseguido ejercer aquella profesión descubierta hacía años en el diccionario, hubo un momento en el que Laura sintió que debía parar. Decidió, entonces, tomarse un año para conocer la zona donde había empezado su carrera como elaboradora. Y, sin darse cuenta, dio inicio a la andadura de Daterra Viticultores, donde el nombre ya es toda una declaración de intenciones. “Daterra es un homenaje a los viticultores que pusieron sus viñas en mis manos”, sostiene Laura, consciente de la carga emocional que supone abandonar un viñedo: “la relación con el viñedo es distinta a la que se establece con otros cultivos. Con el viñedo se revive muchísimo la historia familiar y por ello es lo último que los agricultores abandonan porque saben que, si lo hacen, se acabó”. Así, las primeras viñas que Laura “cuidó” fueron aquellas que los vecinos de la zona no estaban en disposición de seguir cultivando; cuando quiso darse cuenta, ya tenía unas pocas hectáreas a su cargo. El siguiente paso fue encontrar una bodega donde poder elaborar el vino y “eso sí planteaba un problema”. “En Galicia es muy complicado comprar una propiedad. No se han registrado muchas fincas y muchos de los propietarios emigraron en su día. Hasta que no consigues averiguar la propiedad de un inmueble y gestionar el alquiler o compra pueden pasar años. Durante ese periplo, encontramos a una persona muy generosa que acababa de construir su bodega en el pueblo de al lado. ¿Quién te diría que sí, que te deja elaborar tu vino allí? ¡Nadie! Pues así arrancó el proyecto”, explica Laura.

Desde 2016, cuentan con su propio espacio, una casa rehabilitada en el casco antiguo de Manzaneda, donde elaboran hasta siete referencias fruto del trabajo con las variedades procedentes de viñedos de entre 80 y 120 años en distintos municipios. “Trabajamos en diferentes laderas, en diferentes valles, con diferentes alturas, con diferentes microclimas y esto nos vale para ver qué variedad se adecua más a cada sitio de cara al futuro”, expone Laura. De cada una de estas laderas o valles surgen vinos distintos arraigados a un entorno concreto: encontramos los blancos “Gavela de Vila” (Palomino 100%) y “Erea de Vila” (Godello, Doña Blanca y Colgadeira) y el tinto “Azos de Vila” (Mouratón, Mencía, Garnacha Tintorera, Merenzao, Gran Negro) –todos ellos expresión de Manzaneda–, el también tinto “Azos de Pobo” (Gran Negro y Garnacha Tintorera) –vinculado a Soutipedre– y “Portela do Vento” (Mencía y Garnacha Tintorera) –cuyas uvas se cultivan en Amandi–, todos ellos originarios de distintos rincones de la Val do Bibei. En Porto Mourisco, en la zona de Valdeorras, se cultiva la Mencía y el Godello para elaborar el tinto “Casas de Enriba”. El denominador común es el territorio, el respeto “por aquel sitio tan concreto, aquel pedazo de tierra que se puede mejorar, pero que ya no se puede cambiar. Las variedades cambian a lo largo de la historia, pero no el territorio”.

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Fotografía: Jose Tomas Febrel

Pero quizás su referencia más curiosa sea “Camino de la frontera”, fruto del “proxecto sinerxia” con el viticultor zamorano Ángel Mayor. “Este proyecto nace a raíz de nuestra curiosidad por la variedad Mouratón, conocida como Juan García en Arribes de Duero, lo que nos llevó a Fermoselle y a conocer a Ángel” –cuenta Laura–; “en él encontramos a un romántico, muy buena gente, y nos animó a elaborar vino con la uva que cultivaba”. Aunque en un principio dudaron, Ángel los convenció argumentando que, en caso contrario, la producción iría a parar a un camión por 15 céntimos y no se le iba a dar valor alguno, ni a la uva ni a la zona. Con esta alianza “ponemos en valor una zona de orografía y realidad social muy similar a la Riberia Sacra y, al mismo tiempo, como elaboradores, nos permite diversificar un poco más, porque es muy difícil que todos perdamos la cosecha el mismo año”.

En el caso de Laura, el amor por el vino y la viña no puede entenderse sin una inquietud manifiesta por lo que la rodea. Lo personal es político. Y a Laura le indigna que, en un país eminentemente agrícola, no se haya hecho nada para evitar que en Ourense las tierras hayan sido abandonadas ni se hayan puesto las herramientas para que la gente joven pudiese quedarse en el campo y vivir dignamente: “el ministerio de agricultura o la consellería de la Xunta podrían cerrar y todo seguiría igual”. Todo el empeño que pone en denunciar esta situación es proporcional al ejercicio consciente de reivindicación del territorio y de la viticultura. “Para mí, este no es un trozo de tierra cualquiera. Tampoco lo son las viñas; te conocen, presienten cuando estás cerca, cuando estás bien, cuando estás mal. Tienen más sensibilidad que nosotros”, reflexiona Laura: “hay viñas que no te interesa mantener económicamente, pero existe un vínculo, las has trabajado durante años y empieza a haber vida en el suelo, ¡y eso es la hostia!”

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Fotografía: cedida

Cuando le pregunto “¿Qué hay de Laura Lorenzo en los vinos de Daterra Viticultores?”, ella responde con una carcajada y me dice que tendrá que mandarme unas botellas para que lo descubra por mí misma. Me río –me he reído durante toda la entrevista– esperando una segunda respuesta. Entonces Laura comenta que es posible que sus vinos, de algún modo, la reflejen: “hace años pensaba que las personas no eran relevantes en el proceso de elaboración, que sólo el suelo importaba; pero luego te das cuenta que una misma viña vinificada por personas diferentes da resultados diferentes, por lo que la energía es muy importante. Las personas son importantes, porque toman decisiones que se trasladaran a los vinos y en este sentido, sí, forman parte de la personalidad del vino.” No sé si los vinos de Daterra Viticultores son un reflejo de Laura, pero, en adelante, tengo la certeza de que me será imposible disociar el cariño y la dedicación que la viticultora gallega vierte en cada una de sus viñas de cada nueva botella abierta.