
Cuando se escribe sobre el mundo del vino, generalmente se habla de la viña, de los productores, de vinos, notas de cata o visitas a bodegas. Pero la cultura del vino es mucho más que el vino y de la viña. Parte de la historia de la humanidad se puede escribir a través del vino.
El mercado del vino es, desde los fenicios, una vía importantísima de relaciones comerciales e intercambios culturales que afectan a las modas, y como ejemplo, lo que beben las familias de la realeza marca tendencias en cuanto a los gustos del vino.
Todo este entrelazado comercial, social y económico, en torno al vino, crea historias paralelas maravillosas, dignas de ser estudiadas en profundidad y que, como en el caso que cuento a continuación, nos muestran a través de las personas, el reflejo de la sociedad de una época.
Llevo ya unos meses trabajando en mi 2º documental que, si todo va según lo previsto, se estrenará a finales de año. Es un proyecto audiovisual sobre la figura del sumiller actual. Para mostrar esta cara más moderna de la sumillería, más cercana al consumidor, más generosa y comprometida, he dado con uno de los coprotagonistas; José Antonio Barragán, jefe de sala y sumiller del restaurante Universo Santi en Jerez de la Frontera.
Este artículo no va ni del restaurante, que recomiendo visitéis si vais a Jerez y conozcáis a las personas que allí trabajan (no digo más), ni de los vinos de Jerez; o sí.
Existe una historia de novela, que durante muchos años fue uno de los temas más recurrentes del cotilleo jerezano. Una historia que podemos enmarcar entre La Casa de los Espíritus de Isabel Allende, Cien años de Soledad de Gabriel García Márquez y la película The Village dirigida por M. Night Shyamalan, dependiendo de la imaginación que cada uno le ponga.
La historia pasa en El Altillo, la finca en la que ahora está ubicado el restaurante Universo Santi.
Manuel Mª González Ángel, cofundador de las bodegas González Byass (1838), durante la 2ª mitad del S.XIX, convirtió una viña y una finca agrícola situada en la parte alta de Jerez, en un parque lleno de árboles exóticos en el que mandó construir una casa de recreo de estilo victoriano.
La arquitectura de la casa, lo que allí dentro se organizaba y vivía, correspondía al estilo de vida de la alta sociedad jerezana de la época, vinculada con la cultura inglesa ya que, el capital familiar, venía principalmente de los acuerdos comerciales de la venta del vino de Jerez en Inglaterra y qué además, fueron muy lucrativos.
En esa finca vivieron 7 hermanas, nietas de Manuel Mª González Ángel.
Cuenta Begoña García González-Gordon, sobrina segunda de las conocidas como “Las niñas de El Altillo” (Ed. Los papeles del Sitio), que ha escrito un libro con el mismo nombre, que en la época: “La ciudad murmuraba: que no las dejaron casarse, que tenían una madre siempre enferma, que no salían nunca, que eran muy raras… Aquellas virtuosas damiselas tuvieron un penoso y trágico final, agravado por el dolor de ver que EL Altillo – que fue todo para ellas, su único mundo – les es expropiado con fines urbanísticos. Entonces el mundo se derrumba sobre sus frágiles espaldas.”
Esta es una historia que refleja la alta sociedad, enriquecida por la venta del vino de Jerez durante el S.XIX. Una sociedad aislada de la realidad de la calle, de la clase baja y pobre, pero a la vez generosa. Un mundo paralelo en una realidad paralela. Una historia paralela que todavía se respira cuando se entra en El Altillo.
La restauración que se ha hecho de la finca y de la casa para dar cabida al restaurante Universo Santi y el proyecto Fundación Universo Accesible, ha mantenido la estructura de origen en la medida de lo posible.
La luz entra por todos lados, el pasillo estrecho y de techo muy alto, lleva a las habitaciones de las niñas, espacios ahora convertidos en reservados del restaurante. Algunos muebles de la época siguen en el mismo sitio, las puertas correderas que en su época se abrían para recibir a gente de la alta sociedad en los bailes y fiestas que allí se organizaban, son las originales y siguen haciendo la misma función.
Al final del pasillo, se abre una sencilla puerta que da a la capilla, en la que las niñas y algunos de sus primos, celebraron su primera comunión.
Se respira otra época, otros tiempos.
Cuando una pasea por la parte del jardín que está frente a la casa, en la que ahora se encuentra el restaurante, percibe todavía huellas casi intactas de ese pasado glorioso, de una finca llena de alegría y de vida, en la que vivieron felices las siete niñas de El Altillo.
La finca como tal, los jardines, se han reducido. Un parte importante del jardín es ahora el Jardín Escénico “El Altillo”, aunque parece ser que era mucho más bonito antes, la diversidad de los árboles era única. Manuel Mª González Ángel plantó más de 300 árboles en un año, algunos traídos desde Japón. En la reforma actual, el ayuntamiento hizo arrancar árboles centenarios. En Jardín Escénico, se ha levantado un monolito en recuerdo de las hermanas de la Quintana, las niñas de El Altillo.
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