
Después de un par de columnas quizás un poco polémicas, vuelvo a escribir en este espacio con más ganas de celebrar que de opinar. Durante el largo verano de este año, tuve la oportunidad de participar en varios eventos vermuteros y dejaron todos un gran sabor de boca.
El primero tuvo lugar en Estados Unidos en Tales of the Cocktail, la principal feria de coctelería del mundo. Es allí que se hacen o deshacen las perspectivas de las marcas internacionales. Los bartenders estadounidenses llevan varios años muy interesados en el vermut pero nunca se les había presentado productos peninsulares, así que nos pareció una buena idea ofrecerles una cata sobre el ‘Spanish vermouth’, que están aprendiendo a conocer, poco a poco. Fue la primera iniciativa del tipo fuera de España. Con el apoyo de marcas de Reus (Miró y Yzaguirre) de Jerez (Lustau) y de La Rioja (Lacuesta), hicimos un buen repaso de las particularidades locales que pululan por todas zonas. Ojalá abra oportunidades para otras marcas.
Pero lo que más me llamó la atención en los últimos meses fueron mis visitas a Reus y a Turín. Estuve en esta última ciudad para el “Salone del Gusto”, la feria del movimiento ‘slow food’ y pude asistir a la presentación de un nuevo vermut así como a varios eventos impulsados por la marca Cocchi. Organizaron cenas con maridaje en un restaurante gastronómico de muy alto nivel, trabajaron con el mejor chocolatero de una ciudad que es casi más reputada por su chocolate que por su vermut (lo que no es decir poco) y comercializaron un excelente helado al vermut. Todo era muy lujoso y el tema parecía ir de alcanzar las cumbres más altas de la gastronomía. Aplaudo, pero creo que hay más futuro en Reus.
Me explico: en Italia, ya nadie bebe vermut puro. Si iniciativas como la de Cocchi despiertan interés, será entre un público nada desdeñable pero minoritario interesado en el buen comer. Es decir que aceptan que la era gloriosa del vermut se ha acabado, solo quieren mejorar su imagen y, si eso, subir algo las ventas.
Por el contrario, Expovermut, el evento reusense donde tuve el placer de estar, era, sin ninguna dudad, un evento popular. Ahí, el vermut se puso al alcance de la gente. Participé en tres charlas, y pareció que en ambas, entre aficionados y expertos, acudió muchísima gente que bebe vermut desde hace poco tiempo. En él han encontrado una manera de revindicar orígenes y tradiciones o, más sencillamente, de disfrutar. El evento entero se había diseñado para alcanzar a un espectro de población amplísimo. A diferencia de Turín, el público no estaba solo compuesto de fanáticos del buen comer y buen beber, sino que, por lo que pude ver, de mucha gente que toma vermut por los buenos momentos que la bebida simboliza. Son vermuteros de circunstancia, no de convicción. Y este es el mejor público.
¿Por qué? Pues porque son los que permiten el crecimiento loco de la industria vermutera que hemos conocido en los últimos años. Gracias a la gente que vuelve a una bebida que habían dejado de beber o que la bebe por primera vez, el futuro tiene muy buena pinta.
Lo de Turín era más elitista y no tengo ningún problema al respeto. Pero la pasión clara que tenemos aquí por el vermut es prueba de las posibilidades tremendas que tienen las marcas de Reus y de más allá, no solo a nivel local sino también fuera. Los mercados internacionales, claro, son más complicados, pero si las marcas entienden como moverlos yo creo que el vermut estilo Reus puede alcanzar cuotas de popularidad insospechadas hasta la fecha. Y espero que los americanos que acudieron a nuestro evento en Nueva Orleans sean los primeros en hacer de embajadores.