María Sánchez: “Tenemos que hablar nosotras y nosotros y tenemos que crear nuestro propio relato. Tenemos que romper esos relatos que han hecho tanto daño al mundo rural”

Acción y delicadeza 

Entrevista a la veterinaria de campo y escritora, María Sánchez

Hija y nieta de veterinarios de campo, en Córdoba, a la Sierra Norte de Sevilla. ¿Cómo es tu infancia y como te ha marcado después en tu vida y en tus trabajos?

Mi infancia como digo en el libro Cuaderno de Campo es un cuchillo en la garganta. Es algo que me atraviesa, que me siga atravesando, sigo buscando volver a mi infancia tanto en mi trabajo como en el modo de vida en el que aspiró vivir y del que me encuentro en pleno proceso aquí en Galicia. La verdad es que si no fuera por mi infancia y por las dos familias tanto materna y paterna que son muy diferentes a lo mejor no estaríamos tú y yo aquí hablando y no sería veterinaria ni escritora seguramente. Marca mucho que tanto que mi familia materna y paterna son del mismo pueblo, pero son de dos mundos totalmente diferentes. El pueblo está en la sierra norte de Sevilla. Mi familia paterna mi abuelo era veterinario de pueblo. Antiguamente un veterinario era más importante que el alcalde y que el cura y mi abuelo se encuentra en pleno proceso de este progreso que denunciaba Miguel Delibes en su discurso que hizo de entrada a la RAE. Esa industrialización y esa modernización del campo y ese enfoque a las ciudades que hacia el progreso a costa de qué. ¡¿Ese progreso falso a costa de qué?! El día que salió este discurso la gente se quedó sorprendida, no lo entendían, porque parecía que iba en contra de la modernidad y el progreso, pero es justamente el discurso que reivindicamos desde muchos medios rurales. Que queremos un medio rural vivo, sostenible, agroecológico. Y mi abuelo se encuentra con el cambio de paradigma. Siempre cuento que mi abuelo le llegaban manuales de política franquista que le decían que para modernizar su campo tiene que quitar encinas y alcornoques de 200 y 300 años para hacer naves para ganadería intensiva. Ese era “el progreso y la modernidad”. Entonces mi abuelo se encuentra sin trabajo y se tiene que reinventar. Y se mete en el vacuno de leche y trabaja en Sevilla. Mi padre y toda su familia se tienen que ir a Sevilla. Y él se dedica a trabajar en todas las lecherías que rodean la ciudad de Sevilla. Le toca vivir un cambio de mundo.

¿Y tu familia materna?

Mi familia materna es todo el contrario. Campesinos nacidos en el campo. Se decía estar “Enranchados”, trabajaban para una finca, donde te dejaban un trocito de tierra para cultivarla, tener un huerto, tener un par de cabras, etc. Mi abuela nació al lado de un río. Fue dos días a la escuela de analfabetos como cuento en Tierra de Mujeres y mi abuelo trabajador desde pequeño en el campo, luego en la construcción y en la aceituna. Mi abuelo por no tener trabajo fue de esos tantos inmigrantes que se fueron. Trabajaba seis meses en Suiza en la construcción y volvía para la época de la aceituna. En esos seis meses mi abuela se quedaba sola al mando de todo, a cargo de los olivos, el huerto. Mi abuelo le escribía postales como podía y se las tenía que leer la vecina a mi abuela. Mi madre tiene una situación muy distinta a la de mi padre porque mi padre y sus hermanos pudieron estudiar. ¡Pero mi madre no! Mi madre con 12 años tiene que dejar el colegio y ponerse a coger aceitunas y todos los días hacer un camino de una hora y media del pueblo al olivar con la mula y con mi abuelo para trabajar y volver cuando se hacía de noche en invierno a las seis de la tarde. Esa era la realidad de mi madre.

¿Y cómo vive tu padre el cambio del pueblo a la ciudad qué comentabas?

Mi padre de pequeño cuando deja el pueblo y se va a la ciudad de Sevilla se deprime. Entra en un colegio junto a mis tíos donde se meten con ellos. No se adaptaron, eran niños de campo. Y mi padre de pequeño siempre quiso ser el veterinario de pueblo que había sido mi abuelo, pero mi abuelo ya veía cuál era la situación. Y mi abuelo era una persona muy influente que dejó mucha marca tanto en sus hijos y en nosotros. Para mí es una de las personas que más he querido en el mundo. Y a mi padre le quita la idea y le convence para que haga una tesis, estudie e intentesacarse una plaza de profesor en la Universidad de Córdoba. Entonces mi padre muy joven antes de tenerme a mí, dio la casualidad que la Facultad de Córdoba hubo un año con muchas jubilaciones se puso a estudiar como loco y pudo entrar. Mi padre como tiene este amor por el campo siempre que acaban las clases nos íbamos al pueblo. Y él no solo hacia las clases, sino que participaba en muchas cooperativas ganaderas, de ovino y de caprino. También ha estado muchos años trabajando en Latinoamérica con proyectos de cooperación y desarrollo para ayudar a los campesinos y a los ganaderos. Para él el campo es su vida. Y de hecho montó un rebaño que fue el que hizo que la raza florida saliera de peligro de extinción junto a mi abuelo y mi tío. Es el rebaño de cabras con que me he criado, con el que hacíamos queso, esa es mi infancia. Entonces mi padre se vino a Córdoba y mi madre fue con él. Para mi madre eso fue una liberación. Aunque pasó del padre al marido, en Córdoba puede decidir. Empezó una nueva vida con él. Y ahora lo pienso mucho y digo que mi padre se iba a Latinoamérica meses, por ejemplo, tres meses a Argentina yo era pequeñísima, el día siguiente de nacer mi hermano mi padre su fue a Santiago de Chile y aun así mi madre tiraba para delante porque ya venía de no poder decidir. Entonces claro esa infancia en el campo con mi abuelo, esa presencia de los árboles de mi familia paterna, las encinas y alcornoques, y de la materna, los olivos, el huerto, la afición por hacer injertos, ver cómo hacer un queso, yo me pasaba tardes haciendo queso. Yo tenía clarísimo que quería trabajar en el campo, ser veterinaria y además tenía claro desde chica que no quería trabajar en una oficina. Quería este contacto real con los animales y con los ganaderos. Tenía claro que quería ser veterinaria de animales de campo. Se me daban bien las letras, la historia, la filosofía, pero con la ciencia iba fatal. Me encontraba con profesores que me decían estudia una carrera de letras mejor; periodismo, filología. Me costó la vida, pero tenía claro que tenía que ser veterinaria.

¿Y tu paso por la universidad cómo te fue? ¿Cómo te marcó?

Yo tenía muchas ganas de llegar a la universidad porque pasé una adolescencia un poco atormentada. No me sentía parte de la gente de Córdoba. En el colegio me costó mucho hacer amigos. Yo llegaba el lunes al colegio y yo hablaba de cabras, de que había curado una perra, de que habían nacidos cachorros, de que habías hecho una cesárea a una vaca, que había hecho injertos, que había ido a coger aceitunas con mi tío. Y claro la gente del colegio al que yo iba para ellos todo eso era marciano. No terminaba de encajar. Yo deseaba entrar en la universidad porque creía que iba a encontrar a gente como yo, con mis inquietudes, a mí me gustaba mucho leer, escribir, etc. Y llego a la universidad y me llevo un palo enorme. Porque me sentía todavía más sola. Me llevé una decepción muy grande. Tuve dos amigos íntimos, pero no me sentía muy del grupo. Solo cuando entré en la Asamblea Anti-Bolonia. Allí sí que hice un grupo guay en la universidad, de amigas. De hecho, un año fui delegada con otra compañera porque queríamos cambiar y luchar contra ese Plan. Allí me entró esa vena de reivindicar y pelear. En este último año sí que disfrute más mi carrera. Me refugié sobre todo en neuroanatomía y allí pasaba las horas. Porque yo ya venía siempre del colegio escribiendo, tuve suerte en el instituto que tuvo dos profesoras de lengua que me apoyaron muchísimo. Y me dijeron si te gusta escribir escribe. Me recomendaban libros, me los dejaban, me decían que libros podía encontrar en la biblioteca pública de Córdoba dónde me sacaba seis libros cada vez que iba, los devoraba y eso luego en la universidad cuándo tú vas a clase con los libros de veterinaria, pero con tus libros de poesía y la reacción del que era el decano de la facultad de veterinaria, mirarme ante toda la clase y decidme que haces leyendo con todo lo que tienes que estudiar. Yo venía ya harta de esta separación entre ciencia y letras y que encima me lo siguieran remarcándolo en la universidad fue duro. Y después en casa yo he tenido mucha presión porque yo soy nieta de un veterinario e hija de un veterinario que además era profesor en la facultad donde yo estudiaba y yo vivía en casa con mis padres. En la facultad nunca dijimos que éramos padre e hija. De hecho, nos montábamos en vagones distintos en el tren para ir a la universidad. De hecho, acabé con siete años en lugar de los cinco que duraba la carrera. Mi padre era muy exigente porque además yo era la hija mayor y me machacaba. Yo tenía clase a las once de la mañana, pero a las siete tenías que ir con él a la facultad y quedarme en la biblioteca estudiando. Lo pasé muy mal. Me gustaba la carrera, pero también quería escribir, leer y eso fue algo que me hice mucho daño. De hecho, mi padre se dio cuenta más tarde, vio que la estrategia no había funcionado, pero también hay que entender a los padres, uno no nace siendo padre o siendo madre.

Entonces tuve la suerte que seguí escribiendo, gané algún concurso en la Universidad, me metieron en alguna antología. Es verdad que para mí no ha sido nada fácil combinar los dos trabajos y hacer que sea una mixtura porque no hay una diferencia para mí cuándo soy veterinaria y cuando soy escritora porque muy poca gente creyó en lo que yo quería hacer. Se puede entender por qué veterinaria es una carrera de maratón, muy sacrificada, tienes que estar mucho tiempo estudiando y claro los padres quieren que saques buenas notas, que no pierdas el tiempo, pero la verdad que no cambiaría nada porque ha sido un proceso y un reencuentro con mi padre.

Aquí llegamos al primer libro Cuaderno de Campo, y yo aquí quería leerte una parte del primer poema:

“Hay barro donde estaban las gallinas.

Cómo recuerdo sus manos despellejando a la liebre.

Acción:

Acción y delicadeza.

Hasta que no aparecía la primera mancha, no podíamos cantar.”

Y vas repitiendo después: Acción, Acción y delicadeza. Creo que estas dos palabras son un buen resumen, pueden servir como un manifiesto de toda tu trayectoria, de todos tus trabajos, de tu trato y de tu manera de contar y hacer las cosas. Acción y delicadeza, cómo leitmotiv de tu vida.

Pues muchas gracias, me encanta la reflexión que has hecho. Acción y delicadeza lo cojo porque para mí es la mano de un pastor o de una pastora. Acción y delicadeza tratando sus animales. De un buen pastor y de un ganadero extensivo ecológico que sabe perfectamente del territorio en el que forma parte y tiene en cuenta todas las relaciones de interdependencia que hay entre todos los seres tanto humanos como no humanos. Para mí era eso, ese ritmo del campo. Que es acción, pero a la vez con calma, con cuidado. Para mí Cuaderno de Campo es muy importante. Es agradecimiento y presentación. Tardé siete años en sacar Cuaderno de Campo porque quería que fuera mi carta de presentación y un libro del que me sintiera orgullosa con el paso de los años. No siento vergüenza de este primer libro. Cuando comencé a ser conocida por internet, a escribir en blogs, etc. se llevaba mucho que cuándo más joven publicaras mejor, y de hecho recibí muchas propuestas, pero yo veía que esta gente que sacaba libros muy jóvenes luego no estaba orgullosa de su primer libro y yo no quería sacar una colección de poemas, yo quería sacar un libro que contara una historia y una presentación. Entonces esa soy yo. Soy María Sánchez. Soy veterinaria, soy escritora y estoy superagradecida a los hombres que me han precedido, pero también es una manera de reafirmarme y decir no necesito ser como vosotros para ser tan buena. No tengo que comportarme como un hombre, no tengo que seguir las lógicas patriarcales, no tengo que seguir estos juegos. Sino como yo misma, mi camino que empieza, por eso ese siguiente poema de San Francisco de Asís donde dice el “Ahora me toca hablar a mí”, ahora me toca hablar a mí y ahora empieza mi camino y cojo lo que me habéis enseñado y os lo agradezco, pero también ruego por este derecho a la réplica, a hacer las cosas de otra forma. Y al primer poema “Hay barro donde estaban las gallinas” comienza en el huerto de mi familia materna que cuando mi abuela ya no puede caminar tenemos que quitar las gallinas y entonces eso se llena todo de barro. Y esas “manos despellejando a la liebre” es la imagen que tengo de mi abuelo materno que se muere nada más jubilarse. Se muere de cáncer después de toda una vida trabajando. La imagen que tengo de él es como se sentaba en el patio, se agarraba el pantalón con una guita, con una cuerda y con esa también acción y delicadeza le quitaba la piel a la liebre y era lo que se comía en casa.

Otro elemento que te quería comentar de este libro que citas: Animales y manos. A las manos les dedicas un capítulo también titulado “La mano que cuida”. Supongo que querías unir los dos elementos de trabajo de la veterinaria; los animales y las manos.

Totalmente. Para mí la mano que cuida vuelvo a hablar de esos pastores y ganaderas que saben el lugar que ocupan, que no hay esa explotación de los animales, hay un vínculo, son familia, no con los animales solo sino con el territorio que los rodea. Para mí la mano que cuida es la historia que cuento en Almáciga de mi tío poniendo un trozo de corcho a las culebras donde está el agua para que puedan descansar y tomar el sol. La mano que cuida también puede ser la mano que escribe. Quería jugar con esa imagen y en ese poema también hacer una especie de decálogo del que es un rebaño también, de las cosas buenas y de las cosas malas que significa ser un rebaño. Por eso las manos que obedecen, que desollan, pero que también curan. Esa dinámica del rural y de la subsistencia, de depender los unos de los otros.

Sigue el tema de las generaciones en este libro. Los poemas “De generación en generación”, “Carta al padre”, “Carta a la madre”, “Carta al hermano”. Vas al origen y al poso de tus antepasados y de tu familia. Querías dejar escrita esta relación.

Quería un poco en cada carta poner algo de cada uno de ellos en los poemas. Por ejemplo, en “Carta al padre” hablo de ese limonero que es el árbol que hay en casa de mis abuelos paternos. Son reflexiones y recuerdos de cada uno que yo los pongo y los transmito en esas cartas y dónde también intento contar una historia. Cuando por ejemplo hablo de “tocábamos el pelaje del lobo” yo tristemente no he conocido los lobos porque hace muchos años que se los cargaron en mi tierra. Pero mi madre me contaba que de lo único que se acordaba de pequeña era que si se mataba un lobo el que lo mataba iba por todas las puertas y la gente lo tocaba y se santiguaba, era un ritual. No atendía a ninguna razón cristiana ni católica, sino una manera de proteger la casa y la familia. Y de eso hay mucho en mi familia materna. Por ejemplo, mi abuela cuándo hay tormenta quiere poner un tarro de sal debajo de la cama. Y ya no por ella porque ella está debajo de una casa, sino que piensa en toda su familia que había estado trabajando al campo y cuando llovía les podía caer un rayo encima. Era un poco jugar a eso y mezclarnos con temas de ciencia y con cosas de los animales. Lo que cuento de Primo Levi y lo mezclo con este hecho de que hay pájaros muertos, de esa crueldad que hay en la naturaleza. No podemos olvidar que la naturaleza es vida y muerte. Nos vamos a encontrar cuidados e interacción de cooperación entre especies, pero también nos vamos a encontrar en un mismo rebaño ver a las cabras pegando a una cabra enferma porque no quieren que esté en el rebaño y que las contagie o ver a un pájaro que deja de alimentar a la cría más débil porque prefiere que sobrevivan dos a que se mueran las tres. Quería ponen un poco esta realidad los que nos encontramos en el campo de que hay esta vida y esta muerte y que la vida necesita la muerte y que la muerte necesita la vida para seguir.

A continuación, viene un capítulo del que me gusta mucho el título “Los animales buscan sitios difíciles para morir” donde escribes: “Soy la tercera generación de hombres que vienen de la tierra y de la sangre. De las manos de mi abuelo atando los cuatro estómagos de un rumiante”. Aquí supongo que eres tú, pero hablas en masculino.

Claro, aquí hay un juego de como de la tercera generación soy la primera mujer, pero la idea preconcebida es que yo quiera ser como ellos y yo replique y actúe como ellos. Que “los animales buscan sitios difíciles para morir” también es un hecho en la naturaleza, los animales buscan sitios difíciles para morir y para parir. Entonces yo juego con esas cosas que yo veo en mi día a día y que ocurren en el medio ambiente y en el campo y me gusta mezclarlas. Esos datos, esos hechos me gusta mezclarlos con la poesía y hacer poesía. Y ahí en ese poema sí que hablo de ese cambio de mi abuelo, de la sangre en la tierra, de ese veterinario de campo que trabajaba en el campo y de como yo ya no estoy en esa situación, escribo “un animal que nunca abriré”  mi abuelo es que llegó a hacer escayolas para los burros y las mulas, operaba y sacaba piedras del riñón, hacia todo lo posible para que esos animales no se murieran, porque eran un miembro más de la familia. Como hemos cambiado, nosotros y el sistema donde estamos. Mi abuelo hacía fotos de eso y esas mismas fotos para mi son poemas y Cuaderno de Campo también nace de esas fotografías. Por eso esta tercera generación, estas manos y esta voz del abuelo y del padre.

Este primer libro es de poesía. De momento no has vuelto a publicar poesía.

Estoy en ello. Estoy escribiendo un libro de poesía. Pero es que claro para mí la poesía tiene un ritmo completamente al de la narrativa o al de escribir un ensayo Son diferentes urgencias y diferentes temas. Para mí el poema lo escribes cuando el poema mismo te lo pide.

Empezaste por la poesía. ¿Por qué?

No lo sé. Ya te digo yo siempre escribía, tenía un diario. Me gustaban mucho las redacciones en el instituto, empecé a colaborar en algunos medios de comunicación, también hice algunas reseñas. Y no sé, lo primero que me atravesó y la primera forma en la que quise expresarme y me sentía más cómoda y más verdadera en ese sentido fue la poesía. Es difícil explicar el porqué, porque lo sientes tan natural. Muy contenta porque estoy con otro libro, para mí la poesía es cuando esté, saldrá, pero sin ninguna prisa.

¿Cuántas ediciones han salido ya de Cuaderno de Campo? Un libro que es tu primera obra, pero que creo que es una obra maestra, eterna, y que durará y se quedará para muchos años.

Yo estoy muy contenta porque ya te digo la primera edición en marzo de 2017 salió con 500 ejemplares y la reacción de mi padre fue “madre mía tú sabes lo que son 500 libros puestos encima uno a uno, hasta que tú vendas los 500 libros”. Y el día siguiente me llamó mi editora y me dijo que ya estaba agotada la edición. Hemos hecho ediciones entre 300 y 500 libros por edición. Ahora vamos por la edición dieciocho, ya hemos publicado más de 6.000 libros. Claro es una cosa que ni mi editora ni yo habíamos pensado ni imaginado. Es un libro que ahora la gente lee Almáciga y si quiere leer algo más de mí va a Cuaderno de Campo. Creo que Cuaderno de Campo, Tierra de Mujeres y Almáciga es un tríptico, son unos libros creo que se van retroalimentando entre ellos. Cuaderno de campo para mí fue una sorpresa y fue un poco la válvula para los otros libros. Si no hubiera sacado Cuaderno de campo en mi casa no me hubiesen contado las historias que me contaron a raíz de darse cuenta de que a la niña le gusta esto, le gusta escuchar o le da importancia. Lo que necesitamos en nuestros medios rurales, devolver la dignidad, reconocer el trabajo, la historia y hacer esa genealogía de los hombres y de las mujeres rurales. Pues claro, fue una ventana a un mundo que era el mío, pero que a la vez me era desconocido y que no se me había contado ni se me había mostrado por lo que ya tú sabes de sentir vergüenza, o porque no era suficiente o porque no se le da valor.

Aquí llegamos a tu segundo libro Tierra de Mujeres después de ese boom. Es un libro esperado. Con un público expectante. Reconocida y conocida en toda la península. Como te planteas ese libro en ese momento con todo este reconocimiento y cambios en tu vida.

Tierra de Mujeres sale por varias circunstancias. Hay textos que ya vienen de artículos publicados en medios dónde hablo de la necesidad de una nueva narrativa, de que no somos la España vacía, de esa diversidad. Y surge también un poco de esa urgencia de contar la realidad que yo vivo, en la que trabajo y de donde vengo que no tienen nadar que ver con los medios de comunicación, con lo que está de moda y que se habla en televisión. Con esa mal llamada “España Vacía”, yo no me sentía reconocida por este término, ni en esas columnas de los periódicos que hablaban de los pueblos o como nos trataban en los medios, de esta idealización, o ya te digo de esa casa de Walden y Puerto Huraco de los Santos inocentes, de estos extremos. Y estaba harta también con esto de la España vacía que solo salieran pueblos a punto de morirse, todo lo malo, gente que está sola y dices joder que el campo que yo conozco, los pueblos que conozco y más sabiendo y tú lo sabes que eres uno de ellos, de toda la gente que está en el rural haciendo cosas superchulas e innovadoras, nuevas y para mí las más radicales, las más necesarias, para pensar en un futuro mejor para el Planeta en el que estamos y para los tiempos en que vivimos porque no salen ellos en los periódicos, porque no cuentan ellos las historias. Hubo mucha gente que lo malinterpreto un poco, como que yo pretendía que solo escribiera la gente del campo sobre el campo, para nada. Yo solo lanzaba la cuestión de quién había escrito hasta ahora del campo, desde dónde, desde que género y desde que clase social y uno de los juegos que hice durante la promoción de Tierra de mujeres era preguntar a todos los periodistas culturales que me dijeran una escritora de la edad de la generación de Miguel Delibes o de Julio Llamazares que escribiera sobre lo rural y nadie me dio ni un nombre. Periodistas culturales que son los que se dedican a leer y escribir, que es su tema vaya. Yo reivindicaba ese vacío, esa ausencia y luego esa injusticia que muchas veces con la llegada del feminismo hemos sido con nuestras madres y nuestras abuelas, porque creo que es muy importante saber de donde venimos para saber a dónde vamos.

Las mujeres invisibilizadas, las mujeres del mundo rural. Como hacerlas visibles, uno de los objetivos de este libro. Como visualizar esas bisabuelas, abuelas, madres que habían quedado en una esquina de la historia.

Totalmente. Y que creo que hemos sido muy injustas con ellas. Para mí, Tierra de Mujeres hay una periodista catalana que es Anna María Iglesia que dijo que el libro era una especie de duelo y me parece muy acertado. También es un duelo porque es una manera de decir es que he llegado tarde, porque siempre he querido parecerme a ellos y no a ellas, porque no me he cuestionado eso, porque no me he cuestionado el sistema hetero patriarcal donde vivo y como se reproducen sus dinámicas. Es que hemos sido muy injustas muchas veces. “Es que mi madre no es feminista o tal”, ¿pero tú te has sentado a hablar con tu madre? ¿Tú sabes que hacía tu madre cuando tú tenías quince o dieciséis años? Yo ahora veo como fue mi adolescencia y veo que fui muy malcriada y muy injusta con mi madre. Gracias a todo lo que ella hizo yo estoy hoy aquí. No porque mi padre haya sido profesor y haya traído un sueldo a casa. Mi madre no traía un sueldo a casa, pero trabajaba y a mí no me faltaba nada y muchas veces lo digo que si a lo mejor mi madre hubiera podido tener derecho a decidir a lo mejor la escritora hubiera sido ella si hubiera estudiado y hubiera tenido des de pequeña el alcance de esos libros. Es que en casa de mi familia materna no tenían ningún libro. No sabían leer. Mi tío sí que ya pudo estudiar porque es lo que cuento en el libro “hermanas de un hijo único”, el primogénito, el varón, que tenga las oportunidades. Pero yo que le voy a echar en cara a mis abuelos que se criaron en el campo y que crecieron en plena posguerra. Hay que entenderlo, hay que conversar, hay que hablar y hay que saber. Y en esa conversación y en ese intercambio todos creceremos y podremos habitar otros espacios y podemos afrontar la vida de otra forma. Entonces para mi Tierra de mujeres era un poco eso. Confrontar lo que yo vivo y trabajo como veterinaria de campo en el campo y además no solo en un tipo de campo porque cuándo escribo este libro yo trabajaba con una asociación que estaba prácticamente en todas las comunidades autónomas del Estado y en Portugal. O sea que tenía muchas realidades con las que me daba de cara que seguían sin corresponderse con eso que veía en los medios. Con esas imágenes tan manidas, me acuerdo cuando empecé a ser un poco conocida, de comentarios de que no sería tan de campo si usaba Twitter, si tenía internet o si me pintaba los labios. ¡Hay que romper con esos estereotipos! O que no podamos conectarnos a internet o que no nos guste leer. Hace un tiempo salía un artículo sobre el Bibliobús que el escritor se asombraba de que la gente en los pueblos leyera, claro que leemos y nos gustan tener bibliotecas, tener libros y tener un centro cultural. Una vez que te pones esas gafas rurales, como nos ponemos las gafas moradas con el feminismo, las gafas verdes, las rurales, y lees como nos tratan en la prensa dices buah. Una de las cosas que hago en las presentaciones es decir vamos a hacer la prueba de hacerlo el revés con las ciudades, nos echaríamos las manos a la cabeza, pero está tan castigado, tan metido el relato y viene de hace tantos años. Poco a poco la gente se da cuenta de que necesitamos nuevos espacios, y dar estos altavoces y espacios a otra gente. Que no todo se cuente des de Madrid y que somos superdiversos. No hay un solo tipo de pueblo ni de medio rural y que para mí la diversidad es clave. Es lo que nos hace crecer y nos enriquece como personas y como sociedad. ¡Lo tengo clarísimo!

En este libro también hay un tema que vuelve a estar de actualidad, que es la moda del mundo rural, la Covid-19 lo ha puesto en la primera línea de la opinión pública, el retorno hacía al campo, o gente nueva que quiere ir a vivir al mundo rural. ¿Cómo lo ves?

Con la pandemia ha sido brutal. Porque el foco sigue siendo urbano céntrico. Las mismas medidas del confinamiento han sido totalmente pensadas para ciudades y grandes ciudades. Ahí tienes el trabajo que han hecho muchas compañeras con la campaña SOS Campesinado, reclamando el papel de los pequeños productores y que se quitaran esas medidas tan de ciudad y que no es lo mismo la dinámica de la ciudad que la del pueblo o que la de una aldea. Luego es curioso, que creo que es algo que nos tendríamos que plantear, es como con el confinamiento y la pandemia se está hablando del mundo rural otra vez, ¿pero des de que foco? Des de la ciudad al campo. Porque ahora no nos gusta la ciudad, que está genial en darse cuenta de que no nos gusta el ritmo de vida que llevamos, el sistema en el que estamos, donde no hay espacios para la vida. Sabemos que en las ciudades no se produce nada de lo que necesitamos y que muchas veces en las ciudades, se ha visto también con la desescalada, como si querías disfrutar de los espacios públicos tenía que ser pagando. No hay bancos para sentarse, no hay espacios verdes. Pero es curioso como ponen el foco ahora que la gente de la ciudad se quiere ir. Ahora está en todas partes. Un montón de noticias de gente que deja la ciudad para ir a los pueblos. ¿Pero yo vuelvo a preguntar quiénes se van? Los que pueden irse. Los que tienen dinero, los que tienen la vida resuelta, los que tienen una primera residencia en una gran ciudad donde tienen su sanidad cubierta y todo cubierto, sino no se irían a un pueblo. Porque la realidad de mucha gente joven es que no tiene acceso a vivienda y no tiene acceso a la tierra para poder trabajar en un pueblo. Y obviamente no todo el mundo en un pueblo tiene que ser ganadero, ni pastor, ni agricultora, pero no nos podemos olvidar que el sector primario está en el medio rural y no podemos consentir que el sector primario siga virando hacia esa industrialización brutal, hacia estas macro granjas, a estos sistemas intensivos donde se rompe el enlace con el territorio, el animal y la persona porque perdemos territorio, cultura y biodiversidad y más en la emergencia climática en la que estamos. Necesitamos sistemas de producción y de vida que pongan la vida en el centro del territorio, que protejan esta biodiversidad, que no se guíen por esta producción, por sacar dinero y por la rentabilidad porque tenemos muchas más cosas en juego en esta emergencia. Deberíamos apostar justamente por lo que está a punto de desperecer, que son razas en peligro de extinción, sistemas de pastoreo, sistemas extensivos, que casualidad que son la gente que se encuentra con más trabas en la administración y les cuesta la vida montar su empresa o su proyecto, porque a día de hoy si te riges por la normativa si quieres montar una quesería te piden los mismos requisitos que García Vaquero. Y tú lo que quieres es montar una quesería artesana el en campo, es horrible. Entonces tenemos que cambiar el chip, y que genial esa gente que se quiere ir al pueblo, pero parece que nos hemos olvidado de toda esa gente que lleva tantos años reivindicando esos servicios básicos para su pueblo, esa gente que lucha porque no les quiten el hospital de la comarca, porque no se cierre la escuela, porque no quiere macro granjas en su pueblo, donde ha ido toda esa gente durante el confinamiento. Ahora parece que se ha reiniciado y ahora solo importe que haya internet para que la gente de la ciudad vaya al pueblo. Y el internet está muy bien y el teletrabajo también, pero que yo sepa a día de hoy el teletrabajo no da tomates ni da lechugas ni leche. Para mí está el tierratrabajo, que no nos podemos olvidar. No podemos olvidar el papel del sector primario en el medio rural. Es que en Madrid no se produce la comida, se produce alrededor de la ciudad y en un medio rural. No nos podemos olvidar de eso.

Hay una frase que me gusta mucho al final del capítulo dos de la Chimamanda Ngozi Adichie que dice “El silencio es un lujo que no podemos permitirnos”. Supongo que te referías a los silencios de las mujeres y a los del mundo rural.

Si, tanto de las mujeres como de los medios rurales. Tenemos que hablar nosotras y nosotros y tenemos que crear nuestro propio relato. Tenemos que romper esos relatos que han hecho tanto daño al mundo rural. Crear el relato e incluso recuperar los viejos relatos de los campesinos y de nuestros pueblos. Porque ahora vemos que des de la academia se validan relatos y cosas que llevan gente mayor haciendo mucho tiempo como es el pastoreo en el campo con las cabras contra los incendios forestales. Ahora está muy de moda. Sí, la mejor herramienta. Díselo tú a un cabrero de 95 años como yo conocí en la sierra de Huelva, yo eso lo sé, lo llevó haciendo toda la vida. Hay un libro muy bonito que ha salido ahora, que se llama, Una trenza de hierba sagrada que te lo recomiendo muchísimo, de Robin Wall Kimmerer. Ella es indígena y científica. Mezcla los relatos indígenas y el trabajo indígena de la tierra con la ciencia y es total. No hemos valorado, ni hemos dignificado, ni validado este conocimiento. Creo que va siendo hora de reconocerlo, recuperar esos relatos que nunca estuvieron en el centro y que nunca se les dio importancia y no valían. Era como que no valía y crear un nuevo relato, nuestro, con nuestra propia voz y con nuestras propias historias, creo que es necesario. Y ahora que han pasado años de la publicación de Tierra de Mujeres no ha habido semana que no reciba mails o comentarios de hombres y mujeres de sitios totalmente diferentes a mi pueblo, con familias distintas a la mía, que me han dicho este libro lo hubiera podido escribir yo y has contado mi vida. Esto es sentirse reconocida. Necesitamos estos nuevos relatos porque nos sintamos reconocidos y nos sintamos orgullosas de lo que hacemos. Por esto es tan importante por ejemplo lo que hacéis en La Conca 5.1 y todos esos pequeños medios y grupos que hacen sus propias historias y cuentan sus propias historias. Es fundamental porque unen a una comunidad y hacen que una comunidad se siente importante y válida en el territorio que habita y en el lugar de convivencia con el resto de la sociedad. Creo que es algo de cajón y muy obvio de pensar, pero no lo tenemos. Aquí lo veo por ejemplo con mi madre. Yo hice un ejercicio de comparar mi madre con Miguel Delibes, que a mi Delibes me encanta, es uno de mis escritores favoritos, pero no dejaba de ser un señor de una buena posición social que iba el fin de semana, que escribía unos libros maravillosos, que pasaba horas charlando con los campesinos, con la gente del campo, que cazaba y claro le encantaba el campo, pero mi madre no quiere ver el campo, porque para ella el campo significa lo que significa, lo que cuento en Tierra de Mujeres mucho frío, horas trabajando, una renuncia a una vida, no poder decidir. No ha cambiado tanto, cuantas mujeres están en nuestros pueblos que no tienen el derecho a decidir a quedarse o irse de su pueblo porque no tienen las herramientas ni las ayudas necesarias para decir voy a hacer lo yo quiero aquí o me voy a ir, pero lo decido yo, no porque esté forzada a irme. Y estamos en 2021 y tenemos un Ministerio de Reto Demográfico y tenemos el mundo rural en todos los titulares, pero donde están todas las políticas, donde están esas ayudas, esas facilidades para el acceso a la tierra, a la vivienda, a todo.

Querría hablar de la despoblación ligada con todo lo que comentas y a través de una pregunta que hacías en tu libro, que escribías: “¿Y si el problema de la despoblación comenzó por la falta de atención y la constante discriminación hacia a todas las mujeres de nuestros pueblos?” Y también con otros conceptos que lanzas en el libro de “No somos la España Vacía”, “No al rescate literario, si al reconocimiento” ¿Como revertir la despoblación y como trabajarla?

Creo que ha sido algo clave el tema de la mujer en los pueblos y en el campo. Pero creo que no nos podemos olvidar de donde viene todo. Des de la desamortización de Mendizábal a las políticas franquistas de la dictadura de Franco que agravaron mucho el problema, ese exilio forzado de la gente del pueblo a las grandes urbes. Toda mi familia materna es catalana, se fueron con diecisiete años a trabajar a la periferia de Barcelona. Mi tía Carmen se fue con dieciocho y su frase estrella era ”he limpiado toda la mierda de todos los pisos de Barcelona”. Era criada y ella te lo soltaba tal cual, tuvo una vida complicada porque el piso donde vivía en Barcelona se cayó, hubo una explosión y se quedaron sin nada, lo perdieron todo, tuvieron que empezar de cero. Luego pues le fue muy bien y su hija ya tiene una casa en Barcelona que es suya, pero como para mi tita Carmen su casa no era Barcelona, era su pueblo, el sitio donde menos años de su vida había pasado y como el dolor de toda esa gente porque mi tía Carmen hace dos veranos que se puso malita y sabíamos que se iba a morir, ella intenta volver a su pueblo pero no puede y se muere creyendo que está en su pueblo, pero no. El dolor de que ella no se pueda morir en su casa, en su pueblo. Este dolor que creo que no se ha contado muy bien. Este desarraigo y esa falta de oportunidades, a lo mejor si ella hubiera tenido otras oportunidades quizás se hubiera quedado en el pueblo, pero no lo sabemos, porque no tuvieron esta oportunidad. Creo que es importante visualizar eso. En cuanto al tema de la despoblación si te soy sincera estoy un poco “fuera” porque como está el tema en tantos lados y hay tantos expertos y yo siempre lo digo yo ni siento cátedra ni soy experta. Yo doy mi visión como veterinaria de campo y además trabajando con un sector muy concreto que es el de la gente que hace ganadería extensiva, pastoreo y que trabaja con razas autóctonas en peligro de extinción que son justamente las que están adaptadas al clima, al territorio ya a los lugares y ahora más en tiempo de emergencia climática y decrecimiento creo que son las razas que no deberían estar en peligro de extinción, pero ese es otro cantar. Creo que es fundamental hacer las políticas con la gente de los pueblos y des del pueblo y cada pueblo no necesita lo mismo. Pero si está claro que necesitamos un acceso a vivienda, crear bolsas de vivienda social porque mucha gente va con la idea de se quiere ir a un pueblo y a no ser que tenga un dineral que te puedas gastar un dinero en reformar una casa o comprar una casa olvídate. No hay esa vivienda. Luego está el tema de la gente que hereda la casa y hay un vínculo, pero no vive y están las casas que se caen en los pueblos. Luego el tema de acceso a la tierra es que es supercomplicado. Yo me encuentro en ese proceso. Me gustaría tener aquí un proyecto agroecológico y estamos viendo como lo podemos hacer, pero es muy difícil. Luego esas ayudas a esos pequeños productores. Tú te pones a echar cuentas si quieres tener cabras de leche que estén pastoreando, hacer un producto de alto valor ambiental, conservar un territorio y es que no te salen las cuentas porque no se valora ni se protege ese producto y ese oficio. Es que yo veo fundamental que una persona que trabaja respetando la tierra y conservando un territorio, conservando la biodiversidad, se le debería pagar, porque es una persona guardiana del territorio. Está conservando un ecosistema, una biodiversidad y un paisaje y encima está produciendo alimentos de alto valor ambiental. Sanos, sostenibles y locales. Entonces es un poco el mundo al revés no, creo que es muy difícil en el sistema capitalista y híper extractivista en el que vivimos donde la vida no está en el centro ya no solo con el campo, ni en el tema de las macro industrias y de las macro granjas sino por ejemplo fíjate en las temporeras y las jornaleras de los invernaderos, es un sistema atroz, no cuentan para nada ni para nadie.

Y no se habla de esto María, se habla más de un contenedor quemado que de este drama diario que afecta a decenas de personas.

Sí, es lo que yo digo. Se habla mucho de los contenedores quemados mientras que en tres años los campamientos de Huelva han ardido entre diez y quince veces. No se habla, no importa, porque para mucha gente no son personas. Y no nos damos cuenta de que las personas que nos dan de comer y producen alimentos son migrantes y que encima no es que tengan mal sueldo es que ni siquiera tienen un sitio donde dormir, que viven en el suelo. Entonces a mí me parece atroz que en un primer mundo consintamos esto y me parece brutal y yo creo que es algo que se nos juzgará en el futuro. Se nos juzgará que vivamos en un sistema donde se producen alimentos de la forma como se producen, se derrochan, se desperdician y encima hay gente que se siga muriendo de hambre y que no come y que encima no come ni bien. Y aquí podríamos entrar con toda la gente que muere por una mala alimentación y por comida de mala calidad. Y es que es alucinante porque hablamos de la pandemia, pero para mí sigue habiendo una pandemia en el mundo que es la pandemia del hambre. Se siguen muriendo millones y millones de personas todos los años por hambre y estamos en un sistema donde hay tanta producción de alimentos que muchos se van a la basura, estamos tirando comida mientras hay gente que se muera de hambre. Entonces creo con todo eso de la pandemia también hay que saber de dónde veníamos no, de esa antigua normalidad y luego de la nueva normalidad que de forma decepcionante se parece cada vez más a la antigua normalidad. Para mí, primero que la gente de campo y de los pueblos entre a formar parte de esas políticas, que se escuchen que necesitan, porque a fin de cuentas son ellos los que están en el territorio, los que gestionan y los que conocen el territorio y para mí es superobvio quitar también ese discurso de que nos tratan a las mujeres como mera herramienta para repoblar, como objetos reproductivos. Y obviamente creo que no somos el Cuento de la Criada. Primero ese derecho a decidir, de si queremos ser madres o no. Creo que nosotras no somos la clave. Está ese discurso y luego está el discurso de que repueblen los pueblos con los inmigrantes o sea lo que no queremos para nosotros, que no tenga acceso a la educación, a una sanidad con condiciones o sea a todo lo que nos convierte en ciudadanos de segunda lo quieres para ellos. Entonces dices madre mía lo que tienes que oír. Me parece bastante peligroso.

En el final del libro Tierra de Mujeres reclamabas “crear un vínculo y cuidarlo” y “un idioma común” para reivindicar el campo y para que no desaparezca. ¿Cómo ves este llamamiento que hacías pasado un tiempo?

Pues mira lo veo muy optimista. Porque me alegra mucho ver publicaciones sobre medios rurales y sobre pueblos hechos des del medio rural y des de los pueblos. Y ver en los medios, por ejemplo, el día que vi en El Pais a las “Ramaderes de Catalunya” me hizo muchísima ilusión porque era por fin ellas están contando su historia. Pero claro poquito a poquito porque tenemos que romper mucho. Pero yo sí que estoy contenta, se está creando una red superchula entre muchos pueblos, entre muchos colectivos y grupos. Por lo menos ahora creo que se nos escucha más. Hay veces que me ha llamado algún periodista de ciudad que quería tratar el tema de lo rural y me preguntaba como tenía que acercarse, creo que ese cambio de mirada se está haciendo. Ya te digo hace unos días estuvo en un seminario online de recartografías que me encantó, la gente joven superreivindicativa y luchadora por su pueblo, explicaron todas las cosas que están haciendo. Y vuelvo a lo que te decía es que para mí lo más chulo está sucediendo en los márgenes, totalmente vamos.

Y aquí llegamos a Almáciga, tu tercer libro. ¿Cómo te lo planteas, como te llega la idea?

 Almágica sale de darme cuenta de todos esos relatos que me empiezan a venir una vez saco Cuaderno de Campo. También esas palabras, esas expresiones que oigo tanto en mi familia como en los otros sitios donde trabajaba con las cabras que de repente me cambia el oído y empiezo a valorarlas y empiezo a decir ostras esto que significa y a darme cuenta de que mi abuela el día que se muera si yo no sé qué significa lo que dice esas lenguas, esas palabras se morirán. Y entonces como que muchas de estas lenguas y de estas palabras que salen en el libro están asociadas a un modo de vivir con en el territorio y el medio rural para mí es cultura y patrimonio vivo. Y quería reivindicar esa cultura y romper esa dicotomía de cultura/ciudad que parece que solo la cultura está en la ciudad y quería reivindicar la cultura y todo lo que tenemos en nuestros pueblos. Que no son solo palabras sino lo que hay detrás de las palabras, las historias. Almáciga empieza en un pueblo de La Rioja que se llama Baños de Río Tobía que me invitan a un festival que se llama “Bañarte”. Tenía que estar una semana haciendo una actividad con la gente del pueblo. Primero tenía pensada la idea de hacer un taller por el río, pero luego salió el tema de las palabras que yo ya iba recogiendo y entonces el cabrero del pueblo no segó el campo de alfalfa, la dejó en flor y allí pusimos unos tendales con palabras de todas las lenguas del Estado y el significado por detrás y una mesa con una libreta. Entonces cada tarde venía gente diferente, nos sentamos, nos contaban historias, nos hablaban de sus palabras favoritas, jugamos a adivinar el significado de palabras y frases, etc. Luego esa libreta ha venido para todos los sitios donde he ido, siempre he soltado palabras del cuaderno en otros sitios para ver si la gente las conocía y la verdad es que contentísima. Porque luego salió la propuesta de hacer el libro y desde ese momento tuvo claro que no podía hacer solo un libro y por eso la web. Estoy muy contenta con la página web. Tengo mucho trabajo ahora con ella. No le puedo dedicar todo el tiempo que querría porque no vivo de Almáciga, pero poquito a poquito. Porque yo creo en los proyectos que se hacen fuera de la inmediatez y del agobio. Tengo un montón de mails y de palabras en el buzón y les iré subiendo poco a poco. Es brutal porque me llegó una expresión del catalán que no conocía que es “Passar la nit pels armaris”. Me lo contó una mujer que su abuela le decía esta expresión que significaba que ella que era de pueblo se tuvo que ir a la ciudad a trabajar a la fábrica y como seguían pasando hambre por la noche se iban a robar comida a los huertos y de esto se llama pasar la noche al armario. Entonces que importante es lo que encontramos detrás de una palabra, la época que tocaba vivir, la situación que se vivía, estaba la dictadura también. Como esa abuela además se encargó después que toda su familia no perdiera esa expresión, la conocieran y la reivindicaran. Entonces cuando me llega algo que me llama mucho la tención hablo con esa persona, le hago una entrevista, en esta por ejemplo hay fotos muy bonitas de su abuela, ella cuenta la historia familiar, se valora y se saca la luz esta historia, de donde venimos. Y vuelvo a eso, porque creo más ahora, en esos tiempos en los que estamos de incertidumbre y pandemia que aprendemos más sabiendo de dónde venimos, de esas cosas buenas y de esas casas malas para ver hacia que mañana queremos ir.

Es lo que dices tú en el libro: “Una lengua un mundo.”  Y que pasa si se pierde esta lengua.  Que perdemos para siempre todo un mundo, toda una Historia.

Se pierde un mundo, se pierde una cultura. El otro día leía este del El Español que decía que todos teníamos que hablar español e inglés. Y yo decía, pero como puede tener este señor este altavoz, este espacio y este micrófono. ¡Por favor!

La biodiversidad.

Claro, es que es todo. Yo soy andaluza. Hablo castellano, pero yo entiendo todas las lenguas como patrimonio también mío. Algo del que estar superorgullosa. Una lengua que conlleva un oficio, un vínculo, una relación y ese saber estar con el territorio brutal y único. Deberíamos estar orgullosísimos de ella, pues no. Entonces Almáciga nace un poco de esa reivindicación y un poco también de esa cita de Audre Lorde que pongo al final del libro que dice “Las herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo”. Derribar la casa del amo con las mismas herramientas del amo pues nosotros tenemos nuestras propias herramientas y podemos tener ese idioma de vínculo y que nos enseñan otras formas de vida, de producción y relación no solo con la tierra y los animales sino con nosotras mismas y ahí esa maravilla de encontrarme que en todas las lenguas y dialectos hay una palabra para el trabajo comunal que eso es brutal. Es algo que yo me emocioné cuando lo descubrí. Ese trabajo que nace des de los vecinos por y para el bien de lo común.

Otra frase que me gusta mucho de este libro es una que está en la página 78 que dice “De una semilla salía un puñado: esto es lo que significa la generosidad de la tierra” Y me ha recordado un poco nuestra trayectoria en este año que celebramos los diez años, que justamente todo empezó con el documental Plantant una llavor (Sembrando una semilla) que quería recoger un poco esa idea también.

Creo que no somos conscientes de lo que supone la tierra. De los dones que nos da la tierra. De esa reciprocidad que hay. Por ejemplo, lo veo mucho entre la ganadería extensiva y la agricultura ecológica con la tierra. Tú cuidas un huerto y ese huerto te da alimento. O no somos conscientes por ejemplo cuando estamos leyendo un libro cuántos árboles se han talado. Todos los años que ha tardado ese árbol en crecer y en hacerse mayor para convertirse en un libro que tú estás leyendo. Creo que, si paráramos un segundo ante de comer o de comprar según que, saber de donde viene y saber la huella que ha supuesto para el Planeta creo que se nos caerían mucho los esquemas y la idea preconcebida que tenemos. Y creo que es bueno visibilizar y hablar de eso. Creo que es verdad que lo poquito que haga ahora en otro mundo en otro tiempo se va a notar. Vuelvo a lo de Tierra de mujeres mucha gente que ha leído el libro, a raíz de leerlo le han preguntado a su abuela o a su madre y con Almáciga por leer esas palabras a lo mejor han hablado con sus abuelas, o su familia o vecinos y han tenido conversaciones donde se han recuperado historias, memorias, formas de trabajar, etc. Creo que esas semillas, pues ya sabes que el campo no entiende de inmediatez, van poquito a poquito, pero dejan huella y hacen posible que haya otras semillas, otros árboles y otras plantas.

Tú apuestas por sistemas locales, sostenibles y por una economía circular. Reutilizar, reparar, reciclar.

Totalmente. Y mira durante el confinamiento han salido muchas noticias como “Mira mi abuela era ecofriendly antes que tú” porque reutilizaba los botes, el huerto, el autoconsumo, el aprovechar la comida, de una comida sacar varias. Yo tengo claro que no tenemos que vivir como vivían nuestros abuelos hace sesenta años, pero creo que si podemos poner en práctica sus conocimientos con todo lo que sabemos ahora. Y creo que eso sería la ostia si lo supiéramos hacer. Y está claro que en la situación en la que estamos de emergencia climática no deberíamos hablar de otra cosa que no fuera de esto. De reusar, reutilizar, de no contaminar, de hacer lo más baja posible nuestra huella en el Planeta Tierra, de no consumir tanto. Pero es que vivimos en un sistema que está todo el rato invitándote a consumir, a que gastes, a que compres. Nos enseña el sistema que cualquier cosa no cuesta nada, porque tienes a Uber o a Glovo o como se llame y solo con un click tienes la comida en tu casa, ¿pero a costa de qué? ¿Qué significa esa comida que te llega a la puerta en veinte minutos? Aparte de que hay un chico o una chica con un trabajo precario indigno, cosa que no concibo como puede ser que exista. No nos planteamos cuanto cuestan que sucedan las cosas. No valoramos la comida. Creo que es importante valorar lo que tenemos y volver a ese vínculo con la tierra. Si existe el vínculo y este acercamiento que no lo hay no porque la gente no quiera conocer el campo o la naturaleza, es que no se les enseña a tener el vínculo en una ciudad. Si no tienen esa posibilidad y no te enseñan sobre pájaros, sobre árboles como vas a querer algo, como vas a valorarlo si no lo conoces. Creo que si nos enseñaran a que todos somos por igual y que todos formamos parte de un sistema cambiarían mucho las cosas. Por esto yo en Almáciga cierro con esa almazuela que es lo que conocemos todos como patchwork. Y como que fíjate de la falta de recursos se hacían colchas y abrigos y que has hace poco no se enseñaban porque el que tenía almazuela era aporque no tenía recursos y como ahora se enseñan, están superorgullosas y las cuelgan en el balcón.

Es una palabra que me gustó cuando la leí en tu libro por su sonido, por su significado. No la conocía y me enamoré. Y quería preguntarte si tuviste dudas a la hora de poner nombre al libro. Entre Almazuela y Almáciga.

No, no. Almáciga lo tuvo claro des del principio. Almazuela fue de las últimas palabras que llegó de hecho. Y la idea fue muy bonita porque Cristina Jiménez, la ilustradora, lo vio superclaro. Fue idea suya la portada de la almazuela porque representa mucho el libro. Una almazuela de lenguas diferentes, pero que juntas forman algo. Entonces, por eso también quise acabar con esa almazuela de los retales de lo que estaba hecho mi libro. De toda la gente, de todos los libros, de todos los discursos, de todos los pueblos que han hecho posible que yo escriba y que siga adelante.

Que almazuela nos recomendarías para sobrevivir y resistir en este momento de crisis entrelazadas que tenemos. La crisis climática, la social, la económica, etc. Como creamos este vínculo entre todas des de abajo para sobrevivir los próximos años que serán muy duros.

La respuesta la hemos tenido en el confinamiento porque has visto como en las ciudades y en los pueblos la gente, tú lo has dicho, des de abajo se ha organizado para suplir las cosas que debería haber cubierto el Estado. Como el tema de los comedores sociales, de la comida. Pésima gestión en Madrid, niños con bajos recursos comiendo comida del Telepizza teniendo Madrid un corredor agroecológico que la rodea completamente. Entonces creo que nosotros tenemos que unirnos, reclamar, reivindicar y luchar juntos. Y creo que un paso fundamental es que nos reconozcamos vulnerables e interdependientes porque es algo que nos ha vendido mucho este sistema que somos independientes, bueno el típico varón como dice Yayo Herrero de hombre, blanco, burgués y autónomo, lo que ella le llama el BBVA. De independiente que es no necesita de nada ni de nadie. Pero esto no es así. Creo que es fundamental reconocernos en una red y que dependemos los unos de los otros. Y que solos no podemos sacar las cosas adelante, nos tenemos que unir. Y más en el medio rural está claro. Las cosas en el rural tiran y prosperan si hacemos cooperativa y nos asociamos. Porque no deja de ser David contra Goliath, pero si somos muchos Davids quizás podemos. Y creo que eso es fundamental. No tengo una receta, pero sí que creo que eso cambiar la forma de mirar, pararnos y pausarnos más porque es que es horrible cuando te metes en el sistema este de que no tienes tiempo ni de comer, de esta inmediatez, de ese círculo de necesitar eso ya y lo puedes tener ya, y buah. Yo creo que fíjate, va a venir lo que tú dices, van a venir unos años duros. Pero es curioso como los medios de comunicación nos venden lo contrario. Nos dicen que van a venir los años del despilfarro y de derroche, cuando la realidad es que hay gente que está en ERTE des de marzo y algunos no han cobrado. Hace unos días también salía en las noticias que Caritas y otras entidades sociales que ayudan a la gente para que tenga algo para comer, habían cuadriplicado las ayudas a familias que no tienen ingresos. ¿Es que cuanta gente joven no tiene trabajo? O lo tiene, pero es muy precario y no pueden irse de casa de sus padres. Hay tantas historias que contar.

Y luego a mí lo que más me ha dolido y pellizcado es como se ha naturalizado que todos los días se mueran entre 400 y 700 personas. ¡Esto me parece brutal! Porque eso significa mucho de cómo nos hemos desnaturalizado nosotros mismos. El otro día se le decía una amiga, imagínate que cada día se estrellaran equis trenes de Atocha. ¡¿Qué impacto tendría?! Y como el virus es invisible, la muerte, se esconde mucho en las ciudades, algo que molesta. A mí me parece demencial como por seguir alimentando el monstruo en el que estamos no paramos. De hecho, por norma general no he tenido ningún problema al decir que no hago nada presencial de los libros porque convivo con dos personas en riesgo. Pero si he tenido reacciones de alguna gente que se han enfadado y que le ha sentado mal que cancele esos eventos y digo joder pues que mal estamos. Debería estar primero la vida de una persona. No pasa nada porque no vaya a tu chiringuito a dar una charla. Creo que estamos en una pandemia y no somos conscientes de lo que tenemos y de lo que nos queda. Porque esto nada más acaba de empezar porque como nos estamos cargando la biodiversidad van a venir cada vez más pandemias. Ahora será el coronavirus y quizás dentro de diez años tendremos otra enfermedad. Entonces lo que está claro es que tenemos de cambiar por completo el consumo y el sistema capitalista e hiperextractivista en el que vivimos. Y sobre todo cambiar el enfoque, poner en el centro lo importante, tener claro lo que es importante, que para mí son los vínculos, las relaciones, los lazos con el territorio, el lugar y la gente con la que convives, la vida y el bienestar de esas personas.

¿Eres optimista? ¿Seguirán latiendo esa agua, aire y arena con que cierras el libro?

Yo creo que sí. Porque veo mucha gente joven muy peleona, muy reivindicativa. Veo muchas propuestas y muchas cosas que se hacen maravillosas y muchas redes que están luchando porque no desaparezcan esas cosas. Es difícil, pero que hay mucha gente que mueve mucho el mundo y consigue muchas cosas. Sobre todo unidas. Es complicado, pero yo creo que sí. Es que estoy tan cansada de ser pesimista o sea quiero decir que si la España rural se muere, los pueblos se mueren. Si a lo mejor hay un pueblo que no hay nadie, pero hay otro pueblo que no había nadie y ha llegado una familia y ha montado una cooperativa y ha recuperado la sequía del pueblo. O sea, quiero decir vamos a contarnos también esas historias. Porque para lamentarnos y para sufrir ya tenemos muchas cosas. Tenemos que ver lo bueno, tenemos un territorio, unos paisajes, unos ecosistemas, unos oficios.

¿Y el cuarto libro por dónde irá?

El cuarto quiero que ser el libro de poemas que se llamará Fuego la sed. Hablaré un poco del cambio climático, de las especies que se adaptan y de las que se pierden. También estoy haciendo un poco una distopía en el sentido de que en el libro también hay voces de generaciones futuras que a lo mejor conocen un mundo que nosotros hoy no conocemos. Hay un poema que habla de gente que lleva casetes antiguos oyendo como era la lluvia o como se rompe un iceberg porque ya no hay ese hielo o no hay esa lluvia en el mundo. Quiero jugar un poco con esto. Pero ya te digo voy superlenta y que no sé cuándo saldrá. Luego también tengo ganas de hacer una novela, pero primero quiero ese nuevo poemario. Y también quiero parar un poco porque entre el trabajo de veterinaria, charlas, encuentros y que des de que saqué Cuaderno de campo no he parado nunca. Porque voy a todo lo que me gusta, me meto en muchos percales. Han sido cuatro años sin descanso casi. Ahora estoy en un proceso de que no pasa nada porque no escriba, no pasa nada porque tardes tal en hacer no sé qué. Estos meses me han ido muy bien y quiero volver escribir algún texto y me he quitado un poco de lo que es redes sociales, de Twitter, de opinar por opinar. Llega un momento que dices, ¿merece la pena? Prefiero algo que me apela o que me indigna hablarlo con mis amigos o juntarme con un grupo de trabajo, un grupo de gente y hacer un manifiesto o hacer una carta que malgastar esa energía en eso. Las redes sociales tienen lo bueno de que te conectan y te acercan con gente que hace lo mismo que tú o que tenéis los mismos intereses, pero llega un momento que tú ya no eres una persona, eres una pantalla, eres una foto. Se entran en dinámicas horribles. Con los libros había momentos de Twitter de decir, pero y esta violencia y esta rabia contra ti, que al fin de cuentas soy un mono, soy el último mono. Soy una persona normal que tiene un trabajo y que escribe cuando tiene tiempo. No lo entiendo. Entonces me ha venido bien quitarme eso y no pasa nada porque no opine de nada. No somos expertos en todo. Ahora por ejemplo con el tema del lobo mucha gente me preguntaba qué opinaba o que quería que me posicionara. Digo mira la realidad es que yo estoy en contra de la caza del lobo, pero yo no sé qué es convivir con el lobo, no soy bióloga, tengo un amigo que es biólogo que tiene el tema supermachacado y está a favor de la ley que se ha hecho. Creo que las cosas no son blancas ni negras. Hay muchos grises porque hay muchísimas experiencias y muchísimos lugares. Creo que es algo que deberíamos preguntarnos. Muchas veces escribo algo en redes sociales y antes lo publicaba y ahora digo mira lo voy a borrar. ¿Para qué? Que consigo en publicar esto. Así que estoy un poco con eso, escapando de la inmediatez, de esa urgencia y de ese impulso de tener que estar contando siempre algo. Somos esclavos del sistema y muchas veces por ejemplo en el mundo de la literatura te lo dicen parece que si no estás sacando un libro cada año como que ya dejas de valer. Digo mira quien quiera pues ya se leerá mi libro, pero creo que la literatura, la vida y todo en general no debería ser así.

Muchas gracias María por todo, como siempre. Un placer hablar estas horas contigo. Con ganas de verte pronto otra vez por la Conca de Barberà y compartir de nuevo ideas, relatos y horizontes.

Cuida’t molt, abraçades!