
De vuelta de la VividEnoconference hice una pausa en Can Canaleta, una de esas casas rurales perdidas en la montaña que siempre te ayudan a encontrarte. Sentí el territorio a través de la comida, del paisaje, de los vinos de payés… y tuve esa sensación de la que Paul Wagner acababa de hablar minutos antes en su ponencia, sobre la acogida en enoturismo, tuve la sensación… de que me recibía un amigo en su casa y que se alegraba de verme, aunque nunca antes hubiera sabido de mí, lo que me hizo pensar en ese valor ancestral de la hospitalidad, tan arraigado de siempre en las culturas tradicionales, tan olvidado hoy.
Creo que la acogida implica diferentes entornos y hablo también de acogida en enoturismo. Hay espacios de acogida, hay un lenguaje de acogida que practican muy bien los hoteleros por cierto, pero la acogida más importante es la que toca al corazón y que no está necesariamente vinculada a los afectos (difícil “querer” a todos los que llegan a nuestra bodega) pero sí está relacionada con esos valores éticos y tradicionales de la hospitalidad con el huésped y el viajero.
Si piensas en recibir amigos en casa, si imaginas tu negocio de enoturismo bajo el concepto de la acogida, entonces quedan muy desdibujadas las visitas que siguiendo una línea horizontal llevan al huésped de la zona de recepción de la uva, a la despalilladora, los depósitos, la embotelladora, el parque de barricas… Estos trazados me hacen recordar a esos anfitriones que te muestran su casa como un escaparate de habitaciones sin vida y que al final desembocan en una sala, jamás usada por la familia, donde te sirven té con pastas, o lo que es lo mismo, una copa de vino sin emociones, sin vida, sin historia, sin corazón.
¿Podría pensarse entonces que el enoturismo es cosa de pequeñas bodegas o de bodegas familiares que cuenten en primera persona su historia, su producto, sus sueños de futuro? Creo que no. Desde luego que un payés pierda de vista su relato personal en las visitas de enoturismo es para hacerle repetir curso, pero también la grandes empresas deben poner el foco en humanizar la visita enoturística y hacer que cada viajero se sienta único. Y es posible.
Me viene a la cabeza un libro que leí hace ya unos cuántos años de un periodista americano llamado Michel Steinberger, titulado “Au revoir, comida, vino y el final de Francia” editado por Tendencias. Uno de sus capítulos Steinberger se lo dedica a Jean-Claude Vrinat, un archifamoso restaurador, propietario del Restaurante Taillevent clásico estelado Michelin de París. Precisamente Vrinat fue uno de los representantes franceses en el famoso juicio de París, ya sabéis aquel que enfrentó en una cata a ciegas, vinos californianos versus vinos franceses y que concluyó con una sorprendente victoria americana.
Durante muchos años y aún hoy en día, el Taillevent representó lo más granado de la restauración francesa que es como decir, de la cocina mundial. ¿Cómo era el trato de Vrinat a sus clientes? Entresaco algunos párrafos de Steinberger:
“En realidad, después de varios minutos disfrutando de su atención absoluta, sucede algo extraño: […] Vrinat parece casi halagado por tu presencia” “Taillevent es el más ensalzado de todos los restaurantes con tres estrellas de Francia; sin embargo, no sólo hace que te sientas bienvenido, sino que consigue que te sientas como si pertenecieras al lugar”
Muy bien, sí, pero Vrinat era el propietario ¿Y el resto del equipo? Continúo transcribiendo a Steinberger:
“En otros restaurantes, te preguntas si demostrarán ser dignos de ti; al sentarte en Taillevent, te preguntas si tú demostrarás ser digno de él. Aparece un camarero discreto y cortés, claro, pero con una cordialidad en su sonrisa que no esperabas. […] El maître se acerca a la mesa y aunque viste de esmoquin, exuda jovialidad. Tanto si eres una cara conocida como si no, te saluda como si lo fueras, te dicen lo encantado que están, sus compañeros y él, de verte y charla contigo durante unos minutos”
El autor del libro acaba concluyendo que si Taillevent no existiera, alguien debiera inventarlo. ¡Grandes lecciones!